sábado, 26 de diciembre de 2009

Max Planck Institute


Los acontecimientos se suceden con rapidez. Todo indica, a raiz de mis ultimas visitas a Bayanga (en las que he podido chequear mi e-mail de forma regular) que he conseguido un trabajo con el Max Planck Institute en el Congo. Me hubiese costado creerlo escaso tiempo atras, pero a estas alturas he acogido la noticia con toda la naturalidad que la experiencia impone (no sin cierto asomo de sorpresa contenida). El trabajo se trata de un proyecto de investigacion con bonobos (una especie de chimpance pero algo mas estilizado) en Salonga National Park, en el corazon de la Cuenca del Congo. Un lugar bastante aislado y de dificil acceso. Mi trabajo consistira en recoger datos sobre su comportamiento, coordinar el campamento, establecer comunicaciones con los lideres de las poblaciones locales, asi como con la base del proyecto en Kinshasha. El puesto comienza en febrero.

Esto significa que mi tiempo en Bai Hokou esta pronto a expirar. Se hace extrano, pues a pesar de las dificultades (que las ha habido y muchas, la mayoria no plasmadas en este diario) este recondito enclave ha sido la piedra de toque para impulsar una intima vocacion, largo tiempo esperada, y que seguramente ponga un nuevo rumbo en mi vida; Kinshasha sin ir mas lejos, donde debo personarme no mas tarde del 11 de febrero.

Pero, volviendo a Bayanga, he aprovechado estas recurrentes bajadas al pueblo para recorrer sus calles insalubres y enfundarme de nuevo en mi traje de espia -algo harto dificil a tenor del color de mi piel-. Los ninyos gritan !munyu, munyu! a mi paso; los lugareños me siguen con la mirada, escrutandote con ojos torvos, quien sabe si con envidia, seguro que con desconfianza; la gente te espeta desde la distancia, todo el mundo quiere algo de ti... ¿Por que tomo tal regocijo en esta espinosa actividad, pudiendo quedarme en el confortable Doli Lodge, refugio de los turistas, disfrutando de las increibles vistas del Dzanga? No me atrae vivir en una burbuja. Si se quiere tomar el pulso a este pais deprimido, a esta especie de estado fallido, solo puede hacerse a pie de calle, curtiendo la mirada, eligiendo cuando hablar y cuando callar, apretando los dientes. El espejo siempre se erije cuando pienso en nuestras opulentas ciudades, en los coches que atestan sus calles, en sus tiendas, sus sofisticados habitantes y vuelvo de nuevo la vista a las calles insalubres de Bayanga y reparo en sus casas destartaladas, que un mero soplo barreria, u observo los gorrinos que dormitan por sus esquinas o a los ninos correteando desnudos y harapientos o me llega ese inconfundible olor a manioca de cierto aire insalubre, o escucho a sus habitantes entre histrionicas carcajadas... Porque la selva esta tambien en Bayanga y en los pueblos y ciudades de cualquier nacion del mundo. Mas incluso que en la selva misma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario