sábado, 26 de diciembre de 2009

Despedida


Todo seguira igual cuando yo me haya ido del campamento, del parque de la Republica Centroaficana. Los gorilas seguiran con su sorda existencia cotidiana, buscando alimentos de un lado a otro, ajenos a una civilizacion humana que linda mas alla de estas bellas coordenadas selvaticas. Existiendo en libertad, existiendo todavia.... hasta que llegue el hombre con su feroz apisonadora. Me despido de ellos de la misma forma que los saludé, sin mas ceremonia que la necesaria, esto es, una cierta emocion contenida. Aparto mi mirada de ellos. Me alejo.

En el campamento se organiza una cena como despedida. BaAka, Bantu, Munyu, esta vez todos juntos, como en un final triste e idilico. Tras la cena comienza a sonar la musica,. El son africano fluye y unos y otros se lanzan a la improvisada pista de baile en el agora del campamento. Los BaAka, puro ritmo, se revelan como consumados bailarines, los Bantu tampoco le andan a la zaga, los Munyu lo intentan... No se puede pedir mejor despedida. Musica y comida, escuche decir un dia a un tipo, es todo lo que uno necesita cuando se va de viaje.

Tras la fiesta, por la noche, una tormenta brutal sacude la selva con una violencia sobrecogedora. Los relampagos percuten en torno al campamento, los truenos crujen estremecedores. La Naturaleza se revela en su mayor dimension.

Por la manana, tras los ultimos abrazos, deposito la mochila en la parte de atras del toyota y monto en la parte frontal del vehiculo. El Mondele vuelve a sus sofisticadas latitudes. Me asomo a la ventanilla y me despido de los BaAka por ultima vez, a medida que el coche comienza a enfilar el camino. Quiza no los vuelva a ver nunca. Ellos permaneceran en este rincon olvidado del mundo, de su reducido mundo de ocres caminos y selvas salvajes, de donde no saldran nunca. Su figura va quedando atras a medida que abandonamos el campamento. Respiro hondo y vuelvo la vista al frente, para no girarla mas: adios Bai Hokou.

Diaspora


Todo tiene un aire ya de diaspora en Bai Hokou. Al campamento han llegado unos investigadores que van a quedarse un tiempo y que han insuflado aire fresco a la ardua convivencia que manteniamos, a duras penas, Daniela, la cartesiana Daniela, y yo, quiza igual de cartesiano (aunque querria pensar lo contrario). Elc caso es que se respira una atmosfera nueva, mas saneada, aunque a mi me pilla con billete de salida. Soy objeto de curiosidad por el tema del Max Planck Institute, que es una institucion bastante prestigiosa. Parece que al fin y al cabo cme voy convierto en primatologo, cosa de la que nunca estuve muy seguro. Y es que, como diria Socrates, "solo se que no se nada".

Todas las salidas a la selva tienen tambien un aire crepuscular. Una vaga melancolia rezuma de entres las hojas, las lianas, las copas de los arboles. Cunde la sensacion de la despedida inminente. Y eso que la selva me va dejando todavia agradables regalos como los del otro dia, en que descubri que tenia larvas criando en mi pantorrilla, las cuales tuve que extraer en truculenta operacion. Por otra parte, ahora que me voy, he decido centrarme en Makumba y su familia, sacando el maximo partido de ellos, disfrutando del privilegio de observar estos magnificos animales en libertad... en pulir el espejo, en definitiva. He de reconocer que no dejo de pensar en el Congo pero tambien es cierto que en la selva, con Makumba, solo estan la selva y Makumba. A veces me olvido de que estoy con los BaAka. Dejo de pensar y solo observo al grupo, en silencio, mientras escucho el eterno corifeo de aves e insectos. Me olvido de que tengo otra vida ,lejos de aqui, y siento que no hay nada mas en el mundo que este rincon verde en el que me hallo con Makumba, los ninos, las madres, en su existencia callada, lejos de todo y todos.

Max Planck Institute


Los acontecimientos se suceden con rapidez. Todo indica, a raiz de mis ultimas visitas a Bayanga (en las que he podido chequear mi e-mail de forma regular) que he conseguido un trabajo con el Max Planck Institute en el Congo. Me hubiese costado creerlo escaso tiempo atras, pero a estas alturas he acogido la noticia con toda la naturalidad que la experiencia impone (no sin cierto asomo de sorpresa contenida). El trabajo se trata de un proyecto de investigacion con bonobos (una especie de chimpance pero algo mas estilizado) en Salonga National Park, en el corazon de la Cuenca del Congo. Un lugar bastante aislado y de dificil acceso. Mi trabajo consistira en recoger datos sobre su comportamiento, coordinar el campamento, establecer comunicaciones con los lideres de las poblaciones locales, asi como con la base del proyecto en Kinshasha. El puesto comienza en febrero.

Esto significa que mi tiempo en Bai Hokou esta pronto a expirar. Se hace extrano, pues a pesar de las dificultades (que las ha habido y muchas, la mayoria no plasmadas en este diario) este recondito enclave ha sido la piedra de toque para impulsar una intima vocacion, largo tiempo esperada, y que seguramente ponga un nuevo rumbo en mi vida; Kinshasha sin ir mas lejos, donde debo personarme no mas tarde del 11 de febrero.

Pero, volviendo a Bayanga, he aprovechado estas recurrentes bajadas al pueblo para recorrer sus calles insalubres y enfundarme de nuevo en mi traje de espia -algo harto dificil a tenor del color de mi piel-. Los ninyos gritan !munyu, munyu! a mi paso; los lugareños me siguen con la mirada, escrutandote con ojos torvos, quien sabe si con envidia, seguro que con desconfianza; la gente te espeta desde la distancia, todo el mundo quiere algo de ti... ¿Por que tomo tal regocijo en esta espinosa actividad, pudiendo quedarme en el confortable Doli Lodge, refugio de los turistas, disfrutando de las increibles vistas del Dzanga? No me atrae vivir en una burbuja. Si se quiere tomar el pulso a este pais deprimido, a esta especie de estado fallido, solo puede hacerse a pie de calle, curtiendo la mirada, eligiendo cuando hablar y cuando callar, apretando los dientes. El espejo siempre se erije cuando pienso en nuestras opulentas ciudades, en los coches que atestan sus calles, en sus tiendas, sus sofisticados habitantes y vuelvo de nuevo la vista a las calles insalubres de Bayanga y reparo en sus casas destartaladas, que un mero soplo barreria, u observo los gorrinos que dormitan por sus esquinas o a los ninos correteando desnudos y harapientos o me llega ese inconfundible olor a manioca de cierto aire insalubre, o escucho a sus habitantes entre histrionicas carcajadas... Porque la selva esta tambien en Bayanga y en los pueblos y ciudades de cualquier nacion del mundo. Mas incluso que en la selva misma.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Tres dias con los BaAka


Los BaAka constituyen una etnia, la de los ‘pigmeos’, totalmente diferente a la de los Bantu, la mas abundante en la mayor parte de la RCA. Los primeros son minoritarios entre la poblacion de Bayanga y estan repartidos en varios pueblos de alrededor, como Mossapoula, Lindjombo o Yandoumbe (asi como tambien en poblaciones limitrofes con Cameron y Congo Brazzaville). En muchos sentidos recuerdan a los gitanos de nuestras Europa, repartidos tambien entre varios paises, y con unos rasgos culturales muy definidos y especificos. Otro triste factor de similitud con los gitanos radica en el hecho de que son percibidos por los Bantu como una etnia periferica, marginal, cuyos miembros son vistos como poco mas que bandidos o maleantes.

Desde hace siglos (nadie, ni siquiera ellos, pueden datar la fecha a ciencia cierta) los BaAka han vivido de la caza y la pesca en plena selva, con escaso contacto con el mundo exterior, costumbres que han mantenido mas o menos intactas hasta relativamente hace poco. En los 80, en tiempos de Kolingba, fueron llevados desde la selva hasta la ‘civilizacion’ instalandolos en dos pueblos creados a tal efecto, Yandoumbe y Mossapoula. En los ultimos tiempos sus tradiciones se han visto algo desdibujadas por las inevitables relaciones con las poblaciones locales, en nuestro caso Bayanga. Esto se aprecia sobre todo en la forma de vestir, donde han pasando de llevar una indumentaria tradicional a adoptar la mas ‘occidentalizada’ de los Bantu y que, por lo general, con el paso del tiempo pasa a convertirse en harapos. Otra consecuencia ingrata de estos cambios ha sido la remision de sus actividades de caza y pesca. Las interacciones comerciales con Bayanga han provocado que dejen de ir a la selva en la misma medida en que lo hacian antes (si bien aprovechan la mas minima oportunidad para volver a ella).

En los ultimos dias he podido asistir a una de estas jornadas de caza en la selva con los BaAka, mas en concreto con varios guias del campamento, junto con sus respectivas familias. Fue apenas comentarselo y pronto organizar una salida a la selva junto con sus mujeres e hijos. Suponia una oportunidad unica para atestiguar como se desenvolvian los nuestros, los guias, en su otra vida, la suya verdadera, la de mujeres, hijos, la del entramado social y familiar, puesto que su vida en el campamento no es sino una vida parcial, no mas que una reunion de amigotes que buscan gorilas para esos blancos adinerados. De esta forma he tenido el inmenso privilegio de asistir, sin gorilas ni proyectos de por medio, a las ancestrales actividades de caza y pesca de esta etnia, que poco tienen que diferir de las de nuestros propios antepasados. Bruce Davidson (un fotografo que se encuentra en Bai Hokou trabajando para la CEMAC), se unio a la comitiva. Entre los dos compramos algo de manioca, un poco de cafe, tabaco y nos encaminamos con ellos en esta excitante experiencia.

Primer dia.-

Pusimos rumbo a la selva desde Mossapoula, junto con 12 trackers y sus respectivas familias. Habia niños por todas partes. Hora y media despues llegamos al campamento, un pequeno claro en el bosque, donde habia varias chozas medio destrozadas tras su ultima visita. Todos se pusieron rapidamente manos a la obra para levantar el campamento, sobre todo las mujeres.


En poco tiempo habian removido toda la maleza de la superficie, podado ramas y vegetacion colindante y levantado pequenas chozas de bambu, que habrian de alojar a cada familia durante los proximos tres dias. Habilitaron otra choza para nosotros, un poco mas apartada. Las mujeres nos miraban al principio con cierta descofianza, los ninos con curiosidad. Incluso algunos de los guias mostraba recelo (como hubiese podido ocurrir en el campamento mismo). No dejabamos de estar inmiscuyendonos en su mas profunda intimidad. Tres horas despues todo estaba dispuesto para partir hacia el bosque en busca de las primeras piezas. La llamada ‘chasse au filet’ se desarrolla de la siguiente maneral :Los hombres, red al hombro y lanza en ristre, son los encargados de adentrarse en un cerco previamente creado por medio de las redes con el fin de espantar a los animales que en el hayan quedado encerrados; las mujeres, esperan fuera y son las encargadas de atrapar a la pieza y sacrificarla alli mismo. Cada familia despliega su propia red y en caso de que la pieza caiga en su dominio, se llevaran una mayor proporcion de carne. Las redes de cada familia se solapan, lo cual crea un gran cerco de varias decenas de metros a la redonda. Los BaAka se orientan mediante musicales sonidos para saber la posicion del otro, lo cual crea en la selva un mosaico de voces de una singular belleza.



Una vez establecido el cerco, los hombres barren el territorio desde fuera hacia dentro, estrechando el circulo mientras agitan hojas y lanzan voces para asustar a los animales y hacerles huir en direccion a la red, donde las mujeres esperan. Si se llega al centro con yermos resultados, se vuelven a recoger las redes y se avanza hasta la siguiente porcion de terreno, donde se ejecuta la misma operacion. Una vez requisadas varias piezas, las mujeres las despedazaran alli mismo y separaran las partes comestibles (higados, musculos, intestinos…) de las no comestibles. ‘Envasaran’ las primeras en ‘taper wares’ hechos de hojas silvestres que depositaran cuidadosamente en sus canastos.

Por la tarde, una vez finalizada la jornada, se vuelve al campamento con las piezas abatidas. Alli se procedera a la preparacion de la carne, que correra a cargo una vez mas,de las mujeres. Los fuegos proliferan a medida que cae la noche. Hombres y mujeres comen por separado. A Bruce y a mi nos ofrecen parte del "emboloko" (un pequeño antilope) cazado horas antes, que presentan con hojas de koko y pasta de manioca. Tras la cena todo el mundo se dispone a esperar la venida de Mokondi, el espiritu del bosque. Tras llamarlo con palmas y canticos, al albur de un tam tam enfebrecido, Mokondi aparece entre las tinieblas. Se puede vislumbrar una sombra con forma de arbusto y silueta humana, que danza enfebrecida ante el extasis de los BaAka, golpeando el suelo y apelando a sus profundidades entre histriónicos gritos, para despues desaparecer y volver a aparecer mas tarde, dejando un aroma de hojas silvestres a su paso. La noche esta despejada y puedo ver el firmamento. Nadie sabe lo que esta pasando esta noche, en esta region perdido del mundo.

Segundo dia.-

Por la mañana, desayunamos sardinas con koko y manioca. Todo el mundo se prepara para una nueva jornada. A media manana nos dirigimos hacia el arroyo que hay cerca del campamento y asistimos al "Malobo" o pesca tradicional BaAka. Tambien lo llaman la ‘llamada del agua’ (Iri Ngu). Ninas-mujeres de pechos desnudos bloquean el arroyo con troncos, ramas y barro. A medida que achican el agua, van cayendo las primeras piezas. Ebele, Kosa, Mbose, Ganje, Guala, Llembe… Bruce toma fotos y yo observo. Tras finalizar la sesion, ninas y ninos retozan en el agua, percutiendo en la superficie como si de un tambor se tratase.

Por la tarde, pucheros humeantes, llantos infantiles, niñas espurgandose. Los ninos me observan con un mezcla de temor y curiosidad. Las mujeres parten payo con los machetes mientras echan miradas ocasionales. Yo callo y observo. Nadie nos quita el ojo de encima.

Tercer dia.-

Nuevo dia y nueva jornada de caza. La fatiga mina el cuerpo. Las mujeres y los ninos se sorprenden de que balbucee algunas palabras en su lengua y van perdiendo poco a poco la timidez. Me pregunto que imagen tendran de ese blanco barbudo, de extrana indumentaria y que les habla en su propio idioma. Mobambu, Molube y Ndeme han acorralado a un puercoespin en su madriguera. Lo esperan con las lanzas preparadas a asestar el golpe de gracia, en cuanto el animal intente escapar. Las ninas mujeres atizan la tierra de alrededor con sus machetes, con el animo de espantarlo. Finalmente, el animal no sale y agotada la paciencia, regresamos con las manos vacias. Se produce una cierta frustracion a medida que pasa el tiempo y no aparecen las piezas. Al final, el computo global son un Musumi y dos Embolokos. Volvemos al campamento.

Los ninos corren y juegan desnudos, a medida que la noche va cayendo y el campamento se sume en tinieblas. Tras la cena los hombres comienzan a aporrear el tam tam, esperando a que las mujeres se reunan con ellos y comiencen las palmas y los canticos. Sin ellas, Mokondi nunca aparecera. Estas parecen retictentes esta noche, concentradas todavia en las tareas domesticas. No parecen muy interesadas en que aparezca el espiritu . Pero poco a poco se escuchan las primeras palmas, a las cuales se unen los primeros canticos. La inconfundible musica BaAka comienza a fluir como un nectar tribal y salvaje. ‘Esta por llegar, esta por llegar…’ afirma Paul ante mis preguntas ansiosas sobre la tardanza del espiritu. Miro entonces al firmamento, que me ofrece sus estrellas en una noche limpia y sin luna. Mi mirada pasa de constelacion en constelacion. Cuando llego a Orion, reparo en un extrano movimiento. ¿Es que sus estrellas se no parecen moverse, como si estuvieran desgajandose de la abismal plantilla en la que yacen ancladas? Se adivina la forma de unos brazos, de unas piernas, si, es una figura humana. Es Mokondi. El espiritu del bosque desciende del firmamento y hace su aparicion en el bosque. Los BaAka arrecian sus canticos, excitados, vibrantes ante la aparicion del ancestral espiritu. Mokondi baila enfebrecido, camuflado entre las tinieblas, al diabolico son de la selva y la musica. Nadie sabe lo que esta ocurriendo en este rincon del globo, remoto y salvaje, donde Mokondi lleva bailando su ancestral danza durante siglos y siglos. Nada ha cambiado en estas latitudes y el reloj se ha detenido. Late esta latitud de la selva.

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Ya de vuelta en Bayanga, al abrigo de una fria cerveza en la terraza del Doli Lodge, reflexiono sobre la vivencia, mientras disfruto de la hermosa puesta de sol a orillas del Dzanga. Alguien me dijo en algun momento que la estrellas de los brazos y piernas de Mokondi eran un musgo que reluce por la noche. No fue eso lo que yo vi.

Por otra parte, internet ha vuelto a Bayanga y con ello el contacto con la civilizacion. He ingerido informacion de forma enfermiza, como el sediento que encuentra un oasis en el desierto. Rumio las noticias que me llegan de Europa. Hay grandes posibilidades de que consiga un trabajo en el Congo, a cargo del Max Planck Institute, con bonobos. En la selva siempre.

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Aislamiento

Parece que el tiempo no pasa en Bai hokou, como si se hubiese quedado anclado en un bucle sobre el que se vuelve una y otra vez. Los dias pasan uno tras otro y la actividad parece ser siempre la misma. Buscar gorilas, encontrarlos, seguirlos... Por la noche cena, algo de conversacion, una lectura postrera y a dormir. Puede llover, puede lucir el sol, pero nada cambia en la vida del campamento. Y sin embargo, cada dia parece distinto del anterior.

Pero hay otra vida ahi afuera, mas alla de estas inmensas cortinas verdes, una vida que pertenecio a mi otro dia y que parece ahora lejana en el tiempo. Los efectos del aislamiento se acumulan como un sedimento sobre una plataforma abisal. Me sorprendo pensando recurrentemente en lo que haria de estar en casa : nadar, comer, ver un buen partido de futbol, emborracharme por las calles de Madrid… Por no mencionar a la familia ni a los amigos. Tengo un suenyo recurrente, en el que me encuentro al abrigo del tipico bar de barrio, zampandome un par de donuts y tomandome un cafe con leche, por la manaya, antes de ir a que mas da donde. Cosas simples.

No ayuda a mitigar esta sensacion el hecho de que no me lleguen e-mails a la direccion del campamento. No hay periodicos, mi radio no funciona. En Bayanga llevan sin Internet bastante tiempo, tras una fuerte tormenta. Cada vez que he bajado al pueblo me he llevado una decepcion. Al menos he podido gozar de las hermosas estampas del Dzanga desde la terraza del Doli Lodge.



Todo esto ha generado forzosamente una sensacion de aislamiento que va cargando la atmosfera, y la vuelve cada vez mas pesada. Me sorprendo a menudo mirando al techo de mi habitacion, ensimismado, como Makumba, dejando pasar el tiempo sin pensar en nada, sin hacer absolutamente nada. Estupefacto. El otro dia me dio por ver una peli en el ordenador del campamento y me meti tanto en ella, en los edificios, en las cosas... que casi me llevo un susto al salir a la letrina y toparme con este exhuberante escenario en el que me encuentro, con su exotica sinfonia de grillos, buhos, ranas... y los lefantes en la lejania.

La familia Makumba


Al igual que el momento del destete es un trance traumatico para nuestros ninos, lo mismo pasa con los gorilas y con todas las especies de mamiferos. El lamento de la cria de un gorila rompe la serenidad y armonia del bosque con todo el dramatismo que puede albergar el llanto de un nino. Mobangui y Bokata estan ambos en ese momento y ambos se quejan ante sus madres como si les estuviesen arrancando la piel a tiras. Estas, pacientes, rara vez se inmutan aunque a veces no tienen mas remedio que plegarse a los embates de los pequenos caciques.

Kunga, el joven espalda negra, esta en trance de dejar el grupo. Siempre deambula de forma algo periferica respecto al grupo, tendencia que se acentuara hasta el momento de abandonarlo por completo, pasando a convertirse en un macho solitario (‘koli oko’, en Sango). Su musculatura, aunque lejos de la exhuberancia de la de Makumba, le dota ya de una cierta planta. Comienza a florecerle la cresta tipica que los machos tienen en la coronilla. Desde un punto de vista comportamental Kunga es un individuo mas que interesante, pues, al tiempo que aprende a ser adulto, no deja de ser un adolescente mas y se le puede ver jugar con el resto de las crias como una cria cualquiera.


Al ser la cria de mayor envergadura, todas las coaliciones acaban generalmente contra el, lo cual es bastante divertido de observar. Los juegos a menudo se enconan.



Essekelende es un individuo bastante independiente, siempre a su aire, buscando alimento por aqui y por alla. No esta tan inclinado a los juegos como los otros. Pasa desapercibido pero siempre esta ahi.

Mossoko es mi preferido. Un gorila de 4 anyos, gordinflon, que no hace otra cosa que comer a todas horas. Tiene una cicatriz entre las cejas que se hizo tiempo atras, la cual ha esculpido en su rostro un gesto algo rufianesco. De mayor tendra un aspecto temible, aunque se hace dificil de imaginar, a tenor de su caracter apaciguado y casi bonachon.



Cuando observo a Tembo girar y girar zafado a alguna rama, experimento un delirante viaje a las brumosas regiones de mi infancia. Me veo a mi mismo girando en torno a la barra metalica de aquellos viejos vagones de la renfe, volviendo nada mas ni nada menos que de la guarderia, con mi madre y mi hermana. Que diferencia hay? La inteligencia ? Ya dije anteriormente que la lluvia cae a todos por igual.

Malui es digna de observacion, una madre atenta pero al mismo tiempo severa. Casi siempre porta a Tembo a espaldas, cuando este no esta jugando con su compinche de juegos Mobangui. Sin embargo hay ocasiones en las que le fuerza a hacer sus primeros pinitos con lianas y con arboles de dificultad moderada. No han sido pocas las ocasiones en que hemos observado con preocupacion al pobre Tembo llorando como una magdalena mientras trepaba a duras penas por algun arbol inmenso. Es el duro aprendizaje de ser un gorila en la selva, que no es precisamente lo que se dice benevola. Y se trata, tambien, de la insondable relacion entre una madre y su hijo.


Makumba muy de cerca


Hay ocasiones en las que las ansias de encontrar el mejor lugar posible para observar a Makumba me llevan a perder cierta nocion de la propia seguridad. Suelo adelantarme unos pasos por delante de los BaAka. Esto puede acarrear consecuencias como las del otro dia, en que Makumba me dedico un par de grunidos secos de advertencia, siempre persuasivos, informandome de que me estaba cogiendo demasiadas confianzas. Y es que no es otro que el quien marca las distancias y los momentos. No es otro que el quien dirime quien manda en estas selvaticas coordenadas. Ese mismo dia, sin ir mas lejos, Makumba descendio de un arbol de Ekombe -del cual solo nos separaba una distancia de tres metros- y decidio permanecer alli sentado, al lado del tronco, rendiendo debida cuenta de las ramas repletas de sabrosas hojas que habia bajado entre sus colmillos.

No nos quedo otra que permanecer en el sitio, pues cualquier movimiento en falso podria desencadenar un posible ataque de furia por su parte. Pero Makumba estaba relajado y no parecia reparar demasiado en nosotros, mientras devoraba sin parar hojas de Ekombe. Mi indiscrecion, quiza temeraria -quiza no- me impulsaba a echarle miradas directas y ocasionales. Pocas cosas me parecian en ese momento que pudiesen acercarse mas a la verdadera contemplacion de la Naturaleza. No podia perder tal oportunidad.. Es dificil describir lo que sentia cuando nuestras mirabas se cruzaban. !Velocidad, vertigo, vorágine ! Haria falta un poeta para estas cosas…. ¿Que pasaria por su cabeza? ¿Nada quiza? ¿Solo una estupida y profunda contemplacion de lo que hay alrededor? Podia percibir la gran dimension de su impresionante cabezota, la profundidad de sus ojos hundidos en la negrura de su rostro, la formidable musculatura de sus brazos...

Un temible y majestuoso especimen antropomorfo, alimentandose a escasos tres metros de ti. No dejas de tener presente que podria hacerte papilla de un simple manotazo. Pero el animal, tan similar a nosotros y !ay ! tan diferente, seguia tranquilamente en su sitio, masticando Ekombe apaciblemente.

Requiere lo mejor de uno mismo mirar a un gorila a los ojos cuando no hay reja ni cristal de por medio. No podia mirarle de cualquier manera. Sentia que si Makumba percibia el menor atisbo de miedo en mis ojos, lo percibiria como una amenaza, lo cual desencadenaria una reaccion nada positiva para mis intereses. De modo que lo mire como nunca he hecho en mi vida, esto es, de la forma mas angelical posible. Y lo curioso es que no era impostura (o al menos eso creia). Hacia esfuerzos por mirarle de forma noble -lo cual no deja de ser sospechoso- , consiguiendolo a veces, quiza la mayoria (por la cuenta que me traia). Impostada o no, mi angelical mirada parecia funcionar, tratando de enviarle el siguiente mensaje : ‘Aqui estoy, no quiero hacerte danyo’… Quiza ni siquiera hubiese mensaje, ya se sabe que a veces las palabras sobran. Estaba lejos, lejos de todo. Hasta los BaAka parecian haber desaparecido del escenario, solos Makumba y yo, en la inhospita Madreselva.