Todo tiene un aire ya de diaspora en Bai Hokou. Al campamento han llegado unos investigadores que van a quedarse un tiempo y que han insuflado aire fresco a la ardua convivencia que manteniamos, a duras penas, Daniela, la cartesiana Daniela, y yo, quiza igual de cartesiano (aunque querria pensar lo contrario). Elc caso es que se respira una atmosfera nueva, mas saneada, aunque a mi me pilla con billete de salida. Soy objeto de curiosidad por el tema del Max Planck Institute, que es una institucion bastante prestigiosa. Parece que al fin y al cabo cme voy convierto en primatologo, cosa de la que nunca estuve muy seguro. Y es que, como diria Socrates, "solo se que no se nada".
Todas las salidas a la selva tienen tambien un aire crepuscular. Una vaga melancolia rezuma de entres las hojas, las lianas, las copas de los arboles. Cunde la sensacion de la despedida inminente. Y eso que la selva me va dejando todavia agradables regalos como los del otro dia, en que descubri que tenia larvas criando en mi pantorrilla, las cuales tuve que extraer en truculenta operacion. Por otra parte, ahora que me voy, he decido centrarme en Makumba y su familia, sacando el maximo partido de ellos, disfrutando del privilegio de observar estos magnificos animales en libertad... en pulir el espejo, en definitiva. He de reconocer que no dejo de pensar en el Congo pero tambien es cierto que en la selva, con Makumba, solo estan la selva y Makumba. A veces me olvido de que estoy con los BaAka. Dejo de pensar y solo observo al grupo, en silencio, mientras escucho el eterno corifeo de aves e insectos. Me olvido de que tengo otra vida ,lejos de aqui, y siento que no hay nada mas en el mundo que este rincon verde en el que me hallo con Makumba, los ninos, las madres, en su existencia callada, lejos de todo y todos.
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