Todo seguira igual cuando yo me haya ido del campamento, del parque de la Republica Centroaficana. Los gorilas seguiran con su sorda existencia cotidiana, buscando alimentos de un lado a otro, ajenos a una civilizacion humana que linda mas alla de estas bellas coordenadas selvaticas. Existiendo en libertad, existiendo todavia.... hasta que llegue el hombre con su feroz apisonadora. Me despido de ellos de la misma forma que los saludé, sin mas ceremonia que la necesaria, esto es, una cierta emocion contenida. Aparto mi mirada de ellos. Me alejo.
En el campamento se organiza una cena como despedida. BaAka, Bantu, Munyu, esta vez todos juntos, como en un final triste e idilico. Tras la cena comienza a sonar la musica,. El son africano fluye y unos y otros se lanzan a la improvisada pista de baile en el agora del campamento. Los BaAka, puro ritmo, se revelan como consumados bailarines, los Bantu tampoco le andan a la zaga, los Munyu lo intentan... No se puede pedir mejor despedida. Musica y comida, escuche decir un dia a un tipo, es todo lo que uno necesita cuando se va de viaje.
Tras la fiesta, por la noche, una tormenta brutal sacude la selva con una violencia sobrecogedora. Los relampagos percuten en torno al campamento, los truenos crujen estremecedores. La Naturaleza se revela en su mayor dimension.
Por la manana, tras los ultimos abrazos, deposito la mochila en la parte de atras del toyota y monto en la parte frontal del vehiculo. El Mondele vuelve a sus sofisticadas latitudes. Me asomo a la ventanilla y me despido de los BaAka por ultima vez, a medida que el coche comienza a enfilar el camino. Quiza no los vuelva a ver nunca. Ellos permaneceran en este rincon olvidado del mundo, de su reducido mundo de ocres caminos y selvas salvajes, de donde no saldran nunca. Su figura va quedando atras a medida que abandonamos el campamento. Respiro hondo y vuelvo la vista al frente, para no girarla mas: adios Bai Hokou.
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