jueves, 20 de agosto de 2009

Bangui - Bayanga


Poco despues de escribir las lineas de arriba, escuche los portones exteriores del recinto de la WWF abriendose y un Toyota blanco accediendo al recinto. Segundos despues Nestor llamaba a mi habitacion. ‘Nos vamos’.

Colocamos el equipaje en la parte trasera del Toyota y abandonamos la sede de la WWF ya en total oscuridad. Todavia habriamos de realizar varias paradas antes de emprender ruta hacia Bayanga. Tres pasajeros mas se subieron al vehiculo : Rafael Dacko, nieto del primer presidente de la RCA y delegado del ministerio de turismo en Bayanga; Paolo, un asistente de investigacion de Mongambe (el otro campamento que hay aparte de Bai Hokou) y Henry, el hijo del sous-prefect de Bayanga (algo asi como el alcalde). Las calles de Bangui oscilaban entre la penumbra total y la famelica luz de algun puestecillo o farola aislada, mientras la gente se deslizaba entre la oscuridad como un torrente de sombras informes. Antes de iniciar el trayecto todavia nos detuvimos en una farmacia , compramos algo de comida en un puestecillo de comida en la cuneta de la avenida principal, recogimos a dos pasajeros mas, repostamos en la gasolinera ….Parecia que no ibamos a salir nunca. En un momento dado llegamos a un control de policia. Nestor se apeo con la documentacion pertinente. Un militar se asomo por la ventanilla y me pregunto con aire ausente que adonde me dirigia. No debio quedarle muy clara mi respuesta pues segundos despues abandonaba la ventanilla y preguntaba a Nestor acerca de ese blanco que iba en el asiento del copiloto. Este parecio mas convincente que yo y finalmente levantaron la barrera. Abandonabamos Bangui.


Poco despues llegamos a un nuevo control. Un individuo con subfusil al hombro se asomo por la ventanilla y pidio de nuevo la documentacion. Esta iba a ser la tonica durante todo el viaje. La noche era clara y la luna llena formaba un halo sobre las altas copas de los arboles. La bacheada carretera estaba salteada de pueblecillos (no me atreveria a llamarlos poblados) y edificaciones, que apenas se vislumbraban en la oscuridad. Sus habitantes se apartaban a ambos lados del camino segun pasabamos. Nestor hacia malabarismos para sortear cabras, cerdos y perros, que a menudo se interponian en el camino. Cada cierto tramo los faros del Toyota iluminaban alguna figura humana acometiendo el trayecto de un pueblo a otro, empujando miserables carromatos repletos de troncos, ropas o restos de plasticos. Apenas nos cruzabamos con otros vehiculos. A veces si lo haciamos con algun trailer abarrotado de troncos y teniamos que echarnos a un lado. Pasamos Berengo, dos horas despues de abandonar Bangui. Minutos despues se pudo oir un chasquido en la parte trasera del vehiculo. Pinchamos. Diez minutos despues, y una vez arreglado el percance, reanudamos la marcha. Llegamos a un nuevo peaje, esta vez sin militares. Apenas lo rebasamos escuchamos un nuevo pinchazo, en la misma rueda de antes. La tension se mascaba en el ambiente. Nos quedaba todo el viaje por delante y no quedaban ruedas de repuesto. Me preguntaba que pasaria si pinchabamos de nuevo, en medio de la nada.


A la altura de Lobaye, un poblado algo mas grande que la media, nos bifurcamos por un camino para detenernos ante la casa del que supongo seria mecanico del pueblo, cuyo sueno violentamos abruptamente. Era la 1 de la manana y el tipo obviamente tenia cara de pocos amigos. Las dos horas siguientes se redujeron a lo siguiente ; un individuo aporreando ruedas rudimentariamente con una maza de hierro en plena oscuridad, siete tios mirando y musica ‘coup de kale’ que Nestor sintonizo a todo trapo desde el Toyota para amenizar la quietud de la noche (sin que ningun vecino se quejase, para mi sorpresa). Arreglados los pinchazos, reanudamos el viaje. Nestor dejo la musica puesta, la cual se convirtio desde ese momento y durante las dos siguientes horas en la unica protagonista del viaje, en las que nadie abrio la boca. En un momento dado la carretera paso a ser camino de tierra. La luna llena lucia en lo alto del cielo y cartografiaba las copas de los arboles con un radiante bano de luz argenta. Africa. Los cerdos y cabritillas seguian cruzandose peligrosamente en nuestro camino, ahuyentados seguidamente por los bocinazos de Nestor, que no vacilaba en su conduccion. Puede que nos llevasemos alguno por delante.


A las 4 de la manana hicimos alto en Boda. Una persona mas se sumaria a la comitiva, instalandose en la parte trasera del coche. El cansancio del viaje comenzo a hacer mella en mi sueno. Los parpados se me cargaban como si de ellos colgasen yunques. Mantuve un penoso forcejeo entre la vigilia y el sueno durante un cierto tiempo, dando impresionantes cabezadas. Finalmente, tras pasar por un confuso mundo de absurdas y oniricas imagenes, del todo inefables aqui, deje atras los cantos de sirena y volvi de nuevo a la oscuridad de la noche, que los faros del Toyota rasgaban sin paliativos. Cerca de las 5 el cielo cobro un matiz azul marino. Nestor detuvo el coche en un tramo del camino en pendiente, que daba pie a un vasto paisaje de bosques y selvas abriendose ante nosotros. La luna llena se escondia en el horizonte. Tire un par de fotos, hice mis necesidades, estire un poco las piernas y monte de nuevo en el coche. Todavia quedaba mucho por recorrer.


A medida que la manana despuntaba, una nueva realidad se abria ante nuestros ojos ; ante los mios, para ser mas concreto.. El terreno, por lo general llano, cobraba a veces relieve en forma de suaves y verdes colinas alfombradas de grandes arboles, que un camino de color ocre intenso enhebraba y serpenteaba, perdiendose en la lejania. A veces se podian ver personas transitandolo ; mujeres con ninos en brazos, a la espalda, con cantaros a la coronilla, gente con carromatos. La ingente vegetacion ora se cernia sobre el camino ora se abria, dando lugar a claros donde a menudo afloraban los asentamientos. Dichos asentamientos no pasaban de meras construcciones de adobe, que dejaban entrever un fragil esqueleto de ramas o troncos. Los tejados estaban cubiertos por hojas de bambu, un material modesto pero, al parecer, altamente impermeable. Otro tipo de construcciones, mas humildes todavia, consistian en una especie de chamizos con forma de iglu, formado por ramas o tallos de plantas dispuestos en torno a un eje central superior y cubiertos con grandes hojas de bambu, que al perder la frescura adquirian un tono parduzco que las hacia parecer harapos o trapos sucios. Pero, la verdad, no tenia mucho tiempo para analisis o espejos.


Sobre las 8 de la manyana, ya a plena luz del dia, llegamos a Yamando, donde tuvimos que pasar otro control. Aproveche de nuevo para estirar las piernas y echar un vistazo en derredor. Los ninos se acercaban al coche y me miraban con curiosidad. Cuan acostumbradods estaban a ver a un blanco con cara de acontecimientos y tan sorprendido, quiza, como ellos ?. Diez minutos de diligencias despues pudimos proseguir el camino. Durante la parada, un trailer maderero nos adelanto, de modo que una vez alcanzado no tuvimos otra cosa que polvo ocre ante nuestros ojos durante una hora, ya que la colosal polvareda que levantaba no permitia adelantarle sin arriesgar la vida y tuvimos que andar a su rebufo durante todo este tiempo. Finalmente, lo adelantamos. Mas selvas y mas caminos, mas asentamientos y ‘Koup de Kale’. No habia tiempo para analisis o espejos.


Una hora y media despues de dejar Yamando, el sueno arremetio contra mi de nuevo con fuerza. Todo el mundo guardaba silencio y la cinta de musica ya se habia acabado. Solo se escuchaba el motor del Toyota rugiendo y los tumbos del coche al sortear los baches del camino. Esta vez la fatiga me doblego. Dormite durante veinte minutos, tras los cuales desperte como si hubiese dormido 12 horas. Llegado un momento dado, tuve la impresion de que las selvas a ambos lados del camino se cerraban. Los arboles se erguian majestuosos ante nosotros, porfiando entre si por elevar sus copas hacia los estratos mas altos. Todavia nos quedaban 4 horas de camino. Al llegar al control de Nola supe que estabamos cerca. El sol, para entonces, ya caia como un martillo pilon. Rebasamos el control y nos detuvimos en el pueblo para realizar las enesimas gestiones. Aproveche para hacer unas compras. Nola era un pueblo desvencijado y polvoriento, en la cual se arracimaban los comercios a ambos lados de la calle principal, que estaba atestada de gente : una pequena farmacia, un asador humeante, tiendas de articulos de primera necesidad, donde vi impresionantes machetes… Puede que no fuesen de primera necesidad para mi, pero senti un implacable impulso de hacerme con uno. Desisti sin saber muy bien por que.

Abandonamos Nola y pusimos rumbo sur (hasta ahora siempre nos habiamos dirigido hacia el oeste). Accedimos a ese apendice de terreno que se encuentra en la esquina suroeste de la Republica Centroafricana. Bai Hokou quedaba mas cerca. Seguimos atravesando asentamientos a ambos lados del camino, a cual mas humilde, dejando tras de si una aparatosa nube de polvo y siempre muchos ninos que se escondian entre la vegetacion a nuestro paso y familias enteras apinandose en torno al fuego de la manana y mujeres moliendo manioca con las mazas en grandes cuencos. Africa.



Cruzamos Salo sin detenernos. Tras kilometros y kilometros sin ver otra cosa que selvas y austeros asentamientos, el paisaje cambio radicalmente de fisionomia. La vegetacion circundante, omnipresente hasta entonces, remitio y el terreno se desspejo dando lugar a amplias colinas salpicadas de acacias y termiteros gigantes, que, al principio confundi, movido por las ansias de ver fauna, con grandes antilopes que por alli pacian (no comment). Exhuberante horizonte de selvas. Un cartel anunciaba que accediamos al area protegida de Dzanga Shanga. 60 km para llegar a Bayanga. Transcurridos 30, el paisaje se cerro un avez mas, esta vez de forma mas enconada si cabe. Dos horas despues de acceder al parque llegabamos a Bayanga. El camino de entrada al pueblo lo flanqueaban extensos campos de hierbas altas donde se cultivaba la manioca. Los arboles tropicales configuraban un decorado de fondo que se entremezclaba con troncos romos y desnudos, como exponentes del paso por alli de la compania maderera. Los ninos se quedaban mirando al paso del Toyota, mientras jugaban entre cabras, gorrinos, gallinas y riachuelos de salubridad dudosa….Olor a manioca en el ambiente. La mayoria de las casas estaban construidas a base de maderos entumecidos y victimas de la carcoma, que hasta un soplido podria barrer. El sol picaba sin clemencia. A medida que ibamos haciendo paradas el vehiculo se iba quedando vacio. A pesar de estar exhausto y sudoroso descendia del vehiculo a cada parada, por una mera cuestion de principios. Iba ya en una especie de trance en el que la lucidez fluctuaba, lentada unicamente por el deseo de llegar a la jungla, a Bai Hokou. Solo 32 km distaban de mi destino. Hicimos todavia parada en las oficinas de la WWF. Me presentaron al Coordinador General del proyecto Dzanga Shanga en Bayanga, un canadiense llamado Marc. Me basto con un apreton de manos, tras el cual subi de nuevo al coche (queriendo forzar silenciosamente a Nestor a hacer lo propio) Paramos tambien en el Doli Lodge, un coqueto hotelito a orillas del Dzanga, donde tuve la oportunidad de descansar en su idilica terraza, mientras esperaba a Nestor.



Finalmente ocurrio. Tras un ultimo carrusel de visitas, abandonamos el pueblo y enfilamos Bai Hokou, ya solos Nestor y yo. Atravesamos un aerodromo que habia entre los cultivos y cruzamos un extenso umbras de arboles que daba entrada al parque nacional Dzanga Shanga. La vegetacion se cerro ya definitivamente, apenas dejando ver el cielo La siguiente hora y media consistio en un avance continuo del Toyota, en silencio, a traves un denso corredor de vegetacion, profanando charcos y recibiendo violentos latigazos de las ramas en la luna del vehiculo. A falta de 5 km. el camino, hasta entonces en linea recta, se desvio hacia la derecha y se hizo mas accidentado y serpenteante, tomando una ligera pendiente. Las copas de los arboles se cernieron sobre el vehiculo y fagocitaron el cielo por encima de nosotros. Avanzamos entonces lentamente, dando continuos tumbos por el camino embarrado e impracticable. Habia tramos en los que la inclinacion del camino era tal que creia que el Toyota iba a volcar. Pero no volcaba, seguia avanzando, el Toyota seguia avanzando. No habia vuelta de hoja. Llegamos a Bai Hokou.

Pero he de avisar de que esto no supone el fin del trayecto. El verdadero viaje comienza ahora.

1 comentario:

  1. que emocionante juan!!
    Seguimos tus peripecias con ansiedad y sorpresa!!
    eres un campeón!!
    Sigue contando.
    Merce-jaime-hugo
    besos!!!

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